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Cremas y purés: la imaginación y el sabor al poder.

4 min de lectura

De un tiempo a esta parte las cremas y los purés se han convertido para nosotros en una auténtica obsesión, especialmente durante la temporada de otoño e invierno. Su versatilidad es increíble y esto nos permite disfrutar de infinidad de deliciosas combinaciones, desde las más tradicionales y conocidas hasta las más innovadoras y exóticas. Además su elaboración es tan sencilla que, partiendo de la base de unos conceptos básicos, nuestra imaginación y atrevimiento culinarios serán los encargados de hacer el resto.

¿Qué diferencia una crema de un puré?

Si hay algo que no somos en La Menuteka es dogmáticos ni fundamentalistas culinarios (con la única excepción de lo de la pizza con piña, claro 😉). Y lo cierto es que hemos sido testigos de encendidos debates sobre la diferencia entre una crema y un puré: que si la textura, que si la consistencia, que si el uso o no de productos lácteos… sinceramente, a nosotros estas discusiones nos importan más bien poco y lo único que queremos es que nuestras recetas sean sanas, atractivas, sencillas y económicas.

De todos modos, aunque simplemente sea a nivel conceptual, vamos a diferenciar ambas elaboraciones en función del único criterio que a nosotros nos resulta relevante, que es su consistencia (luego descubriréis por qué). Por tanto, cuando hablemos de purés nos estaremos refiriendo a elaboraciones con una consistencia mayor, mientras que cuando hablemos de cremas ésta será menor, siempre en función de la cantidad de líquido (agua, caldo, leche…) que utilicemos.

Simplificando el concepto.

Nada hay más útil para nosotros a la hora de cocinar que la simplificación de los conceptos. ¿Cuál es la base de una determinada receta? ¿Cuáles son sus ingredientes fundamentales? ¿Cuál es su elaboración básica? Una vez tenemos claro esto solo nos queda jugar con esa base fundamental.

Para el caso que nos ocupa, la base de las cremas y purés es una o varias verduras que cocemos, trituramos y combinamos con un elemento líquido en una proporción determinada para conseguir la consistencia deseada. Así de simple.

Pongamos un ejemplo: pelamos, troceamos y cocemos una patata en agua con un pellizco de sal y, una vez cocida, la trituramos junto con un poco de agua de la misma cocción. El resultado que obtenemos es un puré de patatas básico. Así de simple y fácil.

Ahora, a jugar…

Teniendo clara la base de la elaboración el resto es cuestión de imaginación y atrevimiento.

De entrada podemos decidir usar no solo una verdura sino varias. Ya que estamos en otoño podemos añadir calabaza a la patata. ¿En qué proporción? Pues dependerá, como siempre del resultado que queramos obtener: si deseamos un sabor más equilibrado la cantidad de patata y calabaza tenderá a ser la misma, mientras que si queremos dar predominancia a un ingrediente determinado emplearemos una mayor cantidad de él.

Luego llegamos al triturado. Este proceso lo podemos realizar, como en el ejemplo, con el agua misma de la cocción pero también podemos decidir usar un caldo que tengamos congelado. Otra opción son la leche y sus derivados: crema de leche, nata líquida, etc. Incluso podemos optar por la leche de coco, que le dará un toque dulce y que resulta una opción perfecta para aquellas personas con intolerancia a la lactosa.

Tener en cuenta estos factores hace que una simple verdura hervida se convierta en una receta mucho más atractiva y sabrosa. Además, se trata de una opción ideal para que los más pequeños de la casa coman verdura, algo que de por si no suele apetecerles especialmente.

Pero no se vayan todavía, aún hay más.

Esto no es todo. Existen dos elementos más que nos dan muchísimo juego y que realmente pueden marcar una gran diferencia: los tropezones y los aderezos.

Sigamos tomando como ejemplo la crema de calabaza que hemos elaborado. Si le añadimos unos trozos de queso de cabra o unas setas laminadas y salteadas estaremos mejorando la receta de modo exponencial. También podemos optar por unos clásicos picatostes tostados que darán un toque crujiente a cada bocado. O por unas tiras de jamón o bacon bien tostadas.

Finalmente, podemos aderezarlo todo con un chorrito de vinagre balsámico o de algún aceite macerado que tengamos en nuestra despensa: picante, de setas, de trufa… que cada comensal elija el que prefiera. Incluso un simple chorrito de aceite de oliva puede ser suficiente. O uno de salsa de soja si nos apetece.

La misma elaboración de base tendrá un resultado distinto en función de los tropezones y aderezos que utilicemos. Como ya hemos dicho en el título, la imaginación y el sabor al poder!!!

Últimas reflexiones.

Un par de apuntes rápidos antes de terminar.

Hasta ahora hemos hablado de cremas y purés como recetas en si mismas, pero no debemos olvidar que los purés los podemos utilizar también como guarnición para acompañar, por ejemplo, una carne o un pescado. Lo único que deberemos tener en cuenta será utilizar menos líquido al triturar para que el resultado sea más consistente. Y si no nos queda tan espeso como deseamos hay un simple truco: añadid unas cucharadas de copos de puré de patatas instantáneo hasta conseguir el resultado deseado.

Finalmente, se trata de elaboraciones que podemos congelar y conservar perfectamente. Como siempre, nuestro consejo es que lo hagáis en porciones individuales o en cantidades que sepáis que vais a utilizar de una sola vez. Por supuesto, es importante etiquetarla con su fecha de congelación, y os aguantará perfectamente entre dos y tres meses.

En resumen, cremas y purés son para nosotros los reyes de la cocina especialmente en otoño e invierno, ya que nos permiten una versatilidad infinita y una fantástica posibilidad de jugar con los ingredientes. Os animamos encarecidamente a experimentar con ellas y a conseguir recetas deliciosas.

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