Debo tener un modo raro de procesar la información, me consta. Y es que al ponerme a escribir esta entrada me ha venido inmediatamente a la cabeza la escena inicial de Frozen, donde un grupo de cortadores de hielo cargan un gran trineo con grandes bloques para llevarlos a la ciudad. De hecho, así eran las primeras neveras: armarios de madera aislados interiormente con corcho o algún otro material vegetal y con un gran compartimento en el que se colocaba un bloque de hielo que enfriaba el interior y que había que ir reponiendo a medida que se iba derritiendo.
Afortunadamente hoy en día disponemos de neveras y congeladores eléctricos muchísimo más eficientes y seguros, tanto desde una perspectiva sanitaria como práctica.
No hay ninguna duda de que el frío es uno de nuestros mejores aliados a la hora de conservar los alimentos ya que las bajas temperaturas ralentizan e incluso detienen el desarrollo de microorganismos que no sólo afectan al buen estado sanitario de nuestros alimentos sino que también influyen en sus características desde un punto de vista culinario.
¿Cuál es la temperatura ideal de una nevera?
Esta puede parecer una cuestión poco importante, pero conocer bien el funcionamiento de nuestra nevera y del comportamiento del frío en su interior nos ayudará enormemente a la hora de decidir en que estante vamos a guardar cada alimento.
Como muchos recordareis de las clases de física de la escuela, el aire frío es más denso que el caliente, cosa que hace que “pese” más. Por tanto, aunque nos resulte inapreciable, la parte baja de la nevera siempre va a estar más fría que los estantes superiores. También es importante saber que lo que guardemos en los estantes de las puertas va a estar ligeramente menos refrigerado.
Lo ideal es que la parte inferior (donde suelen estar los cajones) se encuentre a una temperatura de entre 1 y 4ºC, y la superior entre 5 y 8ºC.
¿Qué debemos conservar en la nevera?
Como ya apuntamos en la primera entrada de esta serie, es tan simple como hacer lo mismo que hace el supermercado (con las excepciones que ya explicamos). Por tanto, en la nevera conservaremos lo siguiente:
- Carnes y pescados frescos que tengamos previsto consumir en un máximo de dos días (si es más lo mejor es congelarlos).
- Productos lácteos.
- Huevos (una de las excepciones a la regla del super).
- Salsas y conservas una vez abiertas.
- Alimentos ya cocinados.
- Cualquier otro producto que requiera frío para su conservación: pizzas, embutidos, pastas frescas, gazpacho…
Podemos añadir a esta lista, evidentemente, todas aquellas bebidas que queramos tener frescas.
¿Y qué pasa con las frutas y verduras?
Imaginamos que al leer la lista anterior os habéis hecho inmediatamente esta misma pregunta. Y la respuesta es que depende de cada caso. Por eso os dejamos esta tabla.
| Mejor dentro | Mejor fuera |
| Frutos rojos: fresas, frambuesas, arándanos, cerezas, moras… | Plátanos |
| Verduras de hoja verde: lechuga, acelgas, espinacas… | Piña |
| Toda aquella fruta que hayamos ya manipulado o cortado | Frutas con hueso: melocotón, albaricoque… |
| Pimientos | Cítricos: naranja, limón, mandarina… |
| Alcachofa | Sandía |
| Col, lombarda, repollo | Melón |
| Zanahorias | Manzana |
| Berenjenas | Pera |
| Calabacines | Kiwi |
| Setas | Aguacate |
| Patatas | |
| Tomates | |
| Judía verde | |
| Cebollas | |
| Ajo |
Y, como siempre, ante todo higiene.
Como ya comentamos en la entrada de la despensa, mantener la higiene en nuestra nevera es importantísimo. Por eso es necesario que por lo menos cada dos meses limpiemos y desinfectemos su interior, tanto las baldas y los cajones como también las paredes y las puertas.
Es importante también, para no romper la cadena de frío de los alimentos que tengamos almacenados, que realicemos esta operación de limpieza del modo más rápido posible, por lo que os aconsejamos que tengáis una cierta previsión y lo hagáis con la nevera lo más vacía posible para evitar que ninguno de los alimentos se nos estropee durante el proceso de limpieza.
